Visa oro versus mozart
La noche comenzaba a refrescar. No era una fecha cualquiera. El dos de julio era el día en que Juan cumplía cuarenta y siete años. Ana no tenía ni un euro en el bolsillo. ¿Qué regalo hacerle?¿Tal vez algo de Mozart? Salieron del restaurante en el que Juan había pagado la cena con su visa oro. Iban por la avenida en cuya esquina estaba el cajero automático con la mejor sonoridad de toda la ciudad. Ana lo sabía perfectamente. No en vano había llevado allí a cada una de sus pocas amigas para que observasen su progresión en el bell canto.