Venus herida

La venus de Milo

El hombre moreno penetró en la gran casa vacía. El sol que entraba por las cristaleras del edificio bañaba de una luminosa melancolía el espacio rectangular de paredes blancas. En el centro de la gran sala que era la casa, se hallaba suspendida en el aire una Venus de mármol blanco, partida por la cintura en dos mitades. El hombre se acercó hacia La Venus, atraído por el resplandor de su belleza, y se paró a contemplarla. Permaneció largo tiempo observándola hasta que la noche comió la débil luz de la tarde.

La canción del desamor

El hombre moreno entonó una nana de muerte en el verde café. Los ojos de la joven escaparon por la puerta abierta. Corrieron cuesta abajo en una tarde de Sorolla, mientras eran mecidos por la canción del vacío. El cadáver amoratado de Alfonsina Storni fue arrastrado por las olas del mar hasta chocar con fuerza contra los cristales melancólicos de las esferas luminosas. El cuerpo frío y rígido de la Storni se abrió en heridas de desamor. Dos ríos de sangre mancharon la cara de la joven.