Cuatro cuentos

La hacedora de castillos

Iba y venía la hacedora de castillos de un lugar a otro. Cada población que visitaba oía sus sueños hechos realidades en su cabeza. La hacedora de castillos vivía en un mundo de color y amor, tan ajeno al mundo triste y de cartón de los pobladores de las ciudades que visitaba. La hacedora de castillos comenzaba su pregón en la plaza pública de la urbe y acababa el mismo en la unidad siquiátrica de dicha población.

Echar el alma a los perros

Dios reinaba en la eternidad. Siempre estaba pariendo vastos universos. En el centro del nuestro, desde un tiempo siempre presente, el sumo hacedor se manifestó en un potente haz de energía luminosa. La veta de energía se expandió por nuestro enorme mundo. Dicha fuerza dio lugar a la materia y la materia danzó por el universo agrupándose en corrillos de una sala de baile. Esos corrillos formaron los astros del cielo: las estrellas que, con sus guiños, titilaban a sus aduladores, los planetas, que admiraban profundamente a las estrellas.

La Princesa y el Jorobado

En un mágico reino de muchos habitantes vivía un enorme jorobado, feo y malhumorado. Su existencia era solitaria hasta tal punto que no tenía ningún amigo y menos una mujer a su lado. El jorobado era arisco con todo el mundo y nadie pensaba que un hombre así se pudiese enamorar algún día. Pero muy dentro de sí tenía un secreto que jamás se lo había revelado a nadie Si su existencia era tan agria, ello respondía precisamente a un amor no manifestado por miedo a no ser correspondido.

Gabito en su Barco de Papel

Las paredes sanguinolentas del útero amenazaban con una borrasca. Gabito había mirado hacia el rojo cielo para saber qué tiempo hacía. Sentado en su barquita de papel, que flotaba sobre la gran placenta, hizo un ademán de izar las velas y navegar hacia la otra orilla. Gabito era un bebé vestido de marinerito, con su pantalón corto y su blusa blanca haciendo juego con la gorra que llevaba un lacito. Era un niño vestido de comunión que, por el contrario, aún no iba a hacer tal sacramento y por no hacer, ni siquiera había nacido.