Tres cuentos

Y el verbo se hizo carne

Una gota de aceite resbalaba suavemente por la piel de la espalda de la Pérez. Esta se encontraba en una de sus numerosas sesiones de masajes que recibía desde ya hacía algunos años. Rosi Pérez, a sus treinta y cinco años, ya sabía lo que era disfrutar de las mieles del triunfo como escritora.

Reina virgen

Hace muchos, muchos años, en un tiempo en que el mal aún no había entrado en alguno de nuestros futuros protagonistas, había un pequeño reino en un frondoso valle llamado Melbur. Los habitantes de Melbur vestían todos de alegres colores y en sus casas siempre había comida, sin tener que esforzarse en gran medida, pues Melbur era todo él un jardín lleno de muy variados y apetitosos frutos.

Caballos salvajes

Miren ahí, queridos espectadores, no, a la izquierda, no, en el frondoso bosque, no. Miren hacia la derecha, en el barranco tampoco, más al centro, en la explanada. Ahí ¿pues no los ven? Los caballos salvajes dando vueltas en un sentido y en otro, llevados por un movimiento febril, como las abejas en su colmena.