El arte

Síndrome Regenta

Hace tiempo que estoy enferma, muy enferma. El dedo gordo de mi pie habla con el del otro. Los veo desde mi posición, tumbada en la camilla, en el centro de la Unidad de Cuidados Intensivos. La pequeña ciudad de provincias es la habitación de una UCI, con sus farolas, con sus árboles, con sus tiestos. El Sindrome Regenta comenzó a invadir mi organismo desde que tengo uso de razón; ¿a los dos años? ¿O quizá a los tres? La ciudad dormía la siesta y mi cerebro empezaba a ser consciente de mi cerebro.

Ritmo Musical

Chabela deja a su madre enferma y va corriendo al trabajo. Entra en el Palacio Musical y en su cabeza pende un esqueleto inerte. En la clase, un círculo manda formar; Inocencio, con su mente de hombre mayor sin recursos. Francisco Javier, con su barba pelirroja de misionero y sus enormes pies con sandalias. Fernando, con sus gafas que encajan en su mirada enfrascada de erudito y Alejandra, con su cabeza columpiándose en la luna. Un círculo de indios comienza a marcar el ritmo de sus pisadas en torno a un fuego llamado Chabela, que ilumina el pálpito musical.

Pablito y la Coplista

Pablito en su bañera, con el agua hasta la barbilla. Pablito haciéndose el muerto. Coge su patito amarillo de goma y su esponja de coral. Juega con el agua, con un mar azul cristalino. Pablito posa sus ojos en las pequeñas olas y suspende sus pensamientos en la profundidad del mar. Unas notas cantadas por un piano entran por la ventana. Pablito y La Coplista; su anciana vecina recordando su pasado, reviviendo sus glorias.

La Comunión y el Payaso

El sacerdote eleva sus manos al cielo, con la hostia sagrada entre sus dedos, cuando entra en la iglesia un payaso mendigo. Su cara pintada con dos rombos negros sobre un fondo blanco. El payaso comienza a andar por el pasillo central y, con su contenida sonrisa histriónica de espectáculo, pide limosna extendiendo su sombrero. Los feligreses quedan atónitos, sorprendidos ante el inusual espectáculo. El reverendo abandona sus ojos de la hostia y clava su mirada sobre el payaso.

La comunión de los santos

Al morir dejó de cargar con su pesado fardo. Desahogó todos sus traumas, sus miserias, sus sufrimientos sobre el papel y, por fin, descansó en paz. “El escritor es un muerto que sólo, cuando lo leen, termina de descansar en paz”. Si los fantasmas se vomitan, pero nadie los lee, el creador es un ánima que se aparece, como un fantasma, a los habitantes de la gran casa humana. Su alma aún no ha podido entrar plenamente en el cielo de los Justos.

Hendel-Satie

Las notas de Hendel trazan el camino que Alicia recorre en "El País de Las Maravillas". Alicia sale de su mundo de niña, llevada por la melodía del descubrimiento. En su camino se cruzan los miedos de la madurez. Sus fantasmas se visten de seres de fantasía. Alicia se abre al mundo y observa todo lo que encuentra.

El sueño del falo

De su niñez despertó por el sueño del falo. Con el fuerte deseo de poseer un falo, un enorme falo que penetrase la realidad hasta lo virgen y profundo. Era una eterna niña ansiosa por alcanzar el conocimiento. Con el paso del tiempo, en sus ojos fue anidando ese fuerte deseo. El deseo encendió un brillo en su mirada, el brillo metálico de un puñal que hiere el tiempo. El sueño del falo se hizo realidad y dos puñales penetraron el mundo con la fuerza de la palabra.

El sordo que inventaba los sonidos

A sus oídos venían los sonidos de la ciudad. Desde que se levantaba hasta que se acostaba, una marea de sonidos en olas de palabras se aproximaban a su mente. Su sordera era la sordera de un artista. Las palabras llegaban a él y éste las trasformaba según sus motivaciones. Oía no la realidad objetiva de la vida, sino el universo subjetivo de su mundo interior. El sordo que inventaba los sonidos había descubierto las notas musicales que animaban su espíritu a través de la comparación del mundo exterior con él: lo que realmente se decía, con su mundo interior: lo que él oía.

El Profeta

Al borde del camino estaba sentado el profeta. Sobre una gran piedra contemplaba el mundo que le había tocado vivir. Con actitud reflexiva componía sus himnos, que más tarde cantaría a los hombres. En su soledad, el profeta desentrañaba las voces de Dios que oía en su corazón; leía el corazón de Dios , el suyo y el de sus hermanos como un adivino sagrado.

El perfume

Nunca me había pasado; nunca mi mente había creado el aroma de otra persona. Seguramente porque nunca antes me había interesado así un hombre. Caminaba por la ciudad y, a veces, sin yo quererlo, mi cabeza fabricaba su perfume; un perfume sutil y mórbido. El perfume solía llegar a mí cuando pensaba intensamente en él. A veces venía, pero otras no.